Historias de Fortines y Caciques

Dentro de la rica y abundante historia de pioneros y colonizadores, de indios y soldados, de conquistas y luchas por las tierras, se pueden encontrar los primeros recuerdos del surgir de este pueblo y sus alrededores.
Los primeros datos se remontan a un posible mangrullo y posta, con pequeña empalizada y rancho para resguardo de pocos uniformados. Estos datos figuran en plano y documentación de la mensura que practicaron Encina, Moreno y Cía. por cuenta del gobierno nacional en 1881-1882 (cuando hicieron esta mensura lo vieron desde el lado neuquino es decir, río por medio).
Estos trabajos, dice Juan Mario Raone, citan al “Mangrullo Chañar, del Fortín Chañar” (Fortines III – 1969). Sin duda fue lugar de paso obligado desde la campaña de 1879 de Julio A. Roca, tanto para militares como para misioneros salesianos, proveedores y nativos por la rastrillada de Paso de Indios.
Junto con los Fortines de Coronel Vidal al norte y Tratayen al oeste, conformaban la línea de defensa ante los malones del entonces Cacique Manuel Namuncura (Mamún Curá: “Garrón de Piedra”). Recordemos que su hijo Ceferino quien tuvo una educación católica, se transformaría con el tiempo en un ícono religioso para las poblaciones del Valle de Río Negro, y luego para todo el país.
El “Mangrullo Chañar del ex Fortín Chañar” era el que seguía luego de Fortín Vidal, hacia el norte neuquino, rastrillada que era muy usada hacia el año 1.883. En el recorrido, preferiblemente a orillas de los ríos, el gobierno había escalonado una serie de pequeñas fortalezas o fortines que no eran mas que construcciones primitivas, como ranchos de paja y adobe (ladrillos de barro secados al sol).
Otros importantes antecedentes se pueden conseguir en el viaje realizado por Don Gabriel Carrazco. Era inspector de gobernaciones del Ministerio del Interior y en 1902 viajó en tren desde Buenos Aires a Neuquén, y desde allí a Chos Malal produciendo notable informe al Ministro que luego transformó en libro. Muy observador y con prosa simple y precisa, detalla las etapas de su viaje en sulky (“un cochecito sin toldo, 16 mulas, 4 caballos y compañeros ocasionales…”). Al describir el itinerario previamente al relato propiamente dicho, lo hace incluyendo las distancias en leguas: ” … de Neuquén a la Picasa, ranchos en que se encuentra carne: 4; de Picasa a Vidal: 1; de Vidal a Chañar (chañares chicos) casa de Huerta, donde hay arboleda y comida (camino arenoso, poco pasto): 6; de Chañar a Punta de Sierra, donde hay sombra: 4.”
También recoge información que “hace nueve meses que no llueve en Neuquén”. La travesía la concretó en Enero-Febrero de 1902, debiendo soportar algunos días más de 40º de temperatura (llevaba termómetro para tomar las mediciones).
Concretamente en la parte que interesa en la zona dice: ” … llegamos a los Chañares Chicos, donde reside el vecino Huerta. Unos hermosos sauces que crecen bajo la benéfica influencia del agua cercana, nos brinda fresca sombra… allí hicimos la primera parada. Fuego, asador con la rama de un sauce, suculento asado a la mano y cuchillo, nadie se preocupa del vulgar tenedor, y una espléndida siesta”. Y luego agrega: ” … a las cinco de la tarde seguimos y cuatro horas después llegábamos a Tratayén, puesto de Basilio Toro, laborioso vecino encargado del transporte de la correspondencia. Había tres ranchos y una ramada. Bastos como almohada, mandiles de colchón y poncho de frezada. Pasamos la noche y al otro día seguimos rumbo a Añelo”.
Luego de años perdidos en la historia sin documentar, podemos volver al camino a través de una mensura realizada por el Ing. Tressens, hacia 1913, en la colonia Tratayen, núcleo urbano que habría llegado a unas 20 manzanas. Presumiblemente la colonia desapareció en una gran crecida del Río Neuquén, ya que sus sistema de riego no contemplaba el control de caudales.
El Chañar es el nombre con el que se conoció históricamente al paraje, desde la época de los fortines, por la existencia de esta especie arbórea (nombre quichua del Chical: árbol espinoso de madera dura y propiedades medicinales) que, por un raro capricho de la naturaleza y sin que el suelo sea apto para él, se encuentra en la zona.